El pokemón de la Isla Canela

Mike caminaba hacia la cabaña lentamente, mientras observaba el lento atardecer sobre el mar. Realmente es hermoso. Pensó, al juntar los colores y el sonido de aquel momento. Se detuvo unos minutos a ver y reflexionar, hasta que cierta luz despampanante dentro de su mente lo hizo despabilar. ¡Pikachu debe estar muriéndose de hambre! Agitó su cabeza rápidamente y corrió hacia la cabaña.
¡Pikachu! Grito luego de que abriera la puerta de forma exagerada. Noto que Pikachu estaba sin aliento y que en sus redondos ojos alguna que otra lágrima votaba. Simplemente moría de hambre. Como he podido hacerte esto Pikachu… soy lo peor TToTT.
Dejo a Pikachu acostado sobre el sofá de la habitación principal y fue corriendo a ver en los pokeblocks alguna que otra baya para poder revivirlo en ese momento. En el equipaje aun desordenado, encontró las bayas, y se las dio en la boca a Pikachu.
Por favor Pikachu… responde.

¡Pikachu! Su grito fue algo inútil, Pikachu estaba ya lejos, pero por suerte las olas del mar estaban ya tranquilas. Cómo demonios puedo traerlo, si voy hasta él para sacarlo del agua volverá a tirarse... ¡idiota! Mike fue corriendo a buscar a Blastoise.

Pikachu!!!! Desde lejos y sobre el caparazón de Blastoise, Mike gritaba por su Pikachu, éste ya no estaba por ningún lado ante sus ojos. Blastoise desesperadamente empeso a undirse dándole a entender a Mike que debería sujetarse bien y aguantar la respiración. Lo que hizo sin basilar.

En el centro Pokémon…

Pikachu estuvo toda la noche inconsciente. En la mañana, la enfermera encargada del lugar, regañó fuertemente a Mike, por dejar que su pokémon hiciera tal cosa. Mike, con la cabeza baja escucho cada palabra sin protestar, de todas maneras, se sentía culpable. No le de esa reprimenda señorita. Dijo un anciano con traje de pescador. Si no fuera por este joven, su Pikachu aun estaría en el fondo del mar. La enfermera cambió su seño fruncido y se fue hacia las camillas de los pokémon. En unas horas tu Pikachu estará bien, vuelve en un rato más.
Muchas gracias señor, tenía miedo de que tal vez no me dejaran ver nunca más a Pikachu. Mike seguía al señor que iba lentamente. No te preocupes, mal estuve yo en ver todo lo que ocurría y en nada ayudar… El anciano abrió la puerta de una enorme casa, casi un palacio escondido por grandes árboles. Pasa jovencito. Con una sonrisa amable de esas que solo puede ofrecer el paso del tiempo en un rostro, El anciano llevó a Mike a la sala principal, donde ambos se sentaron. ¡No me diga que usted trabaja aquí! Bastante sorprendido, Mike no dejaba de mirar cada rincón. Je je je, esta es mi casa, la herede un tiempo atrás, pero te vengo a decir una cosa. El mayor sacó un libro bastante viejo y se lo enseño a Mike, éste lo sacudió un poco con las manos y leyó el titulo “El titán del mar”, abrió el libro y lo primero que sus ojos divisaron fue, una imagen enorme de Kyogre. ¡¿Kyogre?! Sorprendido miró al anciano el cual lo miraba con alegría. Si, si. Él es Kyogre, el legendario pokémon marino. Este libro lo escribió muchos años atrás mi abuelo, y muchos decían que era el único en el mundo capaz de ver de cerca al titán del mar. Yo… estoy preocupado por ese pokémon, nunca ha estado tan furioso… por favor joven, te pido a ti que tienes los años y las habilidades, ayúdalo. Mike recordó que casi pierde a Pikachu por seguir el rastro de aquel maravilloso y salvaje pokémon, pero no podía dejar las cosas así. Lo ayudaré, en cuanto Pikachu se mejore. ¡Muchas gracias! El anciano se puso de pie por la felicidad. Si vas en Blastoise, es demasiado peligroso, mejor llévate a Lucy. ¿Lucy? Preguntó Mike.

En el muelle estaba Lucy, un ferry no muy gigante pero bastante poderoso. ¡My gosh! ¿Enserio nos prestará su ferry? Mike inquietamente se dirigió al anciano. Pero claro que sí, no dejare a estas alturas de tomarle el pelo a un jovencito jo jo jo… Será mejor que vuelvas al centro pokémon, Pikachu ya debe estar bien y de paso, trae a todos tus otros pokémon, posiblemente los necesitaras. ¡Muchas gracias señor! Pero… yo no sé navegar. Je je, lo imagine, pero no te preocupes, yo aun puedo manejar a esta belleza. ¿Me acompañará? Sí, pero no podré salir del ferry. Lo comprendo. Con una sonrisa, Mike se fue rápidamente al centro pokémon. ¡Ah! Grito un poco alejado. ¡No sé su nombre! El anciano con sus fuerzas grito; ¡Raimundo hijo, Raimundo! ¡Muchas gracias Raimundo, el mío es Mike!